Por Aleksan Buyuk Kurt.

A pesar de que todavía lo decimos con miedo, dado que varias veces vimos la luz del final de la pandemia y luego ese momento se atrasó, pareciera que, vacunación mediante, ahora sí podemos vislumbrar una nueva normalidad dentro de no mucho tiempo. Y el tema que no escapa a ningún líder ni empleado de empresas es: ¿volvemos a la oficina o seguimos como este último año y medio, trabajando en forma remota?

Algunos encontraron un equilibrio muy positivo vinculando su vida doméstica y laboral en sus casas, preferentemente los que tienen familia, y optan por continuar bajo esa modalidad en la pospandemia.

Pero, por otro lado, hay quienes se encuentran en una edad más temprana y consideran que sus hogares no son espacios confortables, por lo que valoran la posibilidad de retornar a la presencialidad en algún momento.

Desde la óptica empresarial, la diferenciación está dada por las voluntades de los líderes. Hay infinidad de compañías asociadas a servicios que rápidamente se deshicieron de sus espacios de oficina a comienzos de la cuarentena y se adaptaron a un lugar muy reducido para concretar reuniones con clientes, o reservarlo para quienes tenían alguna dificultad concreta para trabajar desde sus domicilios.

Por otra parte, existen ejemplos en los cuales el liderazgo está un poco más orientado al micromanagement, y desean tener a sus empleados bien cerca para llevar adelante el día a día.

Sin duda, las empresas de servicios, como las telco, la industria del seguro, la gestión comercial del turismo y, seguramente, la actividad de la informática, van a tender al modo remoto, dado que muchas de las interacciones con usuarios ya han migrado de un modelo analógico a uno digital.

Párrafo aparte merecen las startups, que, en general, como un proyecto paralelo a la ocupación principal del emprendedor/fundador, obligan necesariamente a trabajar de manera online y dispersa en términos geográficos. Una vez que éstas toman cierto vuelo, se conforma un equipo de trabajo más consolidado. Pero la cultura del empleo a distancia ya está impregnada desde el momento cero en estas firmas, por lo tanto se encuentran adaptadas como nativas digitales.

Más allá de los beneficios, de los cuales se viene hablando bastante, hay una pérdida significativa en el trabajo a distancia, que está dada por la menor interacción entre pares, lo que se traduce, muchas veces, en menor transferencia de conocimiento, producto del relacionamiento cotidiano. Las charlas de pasillo, o de café, suelen ser una usina valiosa de nuevas ideas.

En aquellas empresas que pasaron de lo presencial a lo virtual, lo más importante a fortalecer tiene que ver con la distribución de las tareas y la carga horaria destinada al seguimiento de los temas, asociado 100% al estilo de liderazgo de la organización.

Si bien no se venía trabajando en base a metodologías ágiles, cualquier empresa que desee pasarse a un modelo 100% digital deberá hacerlo. De esta manera, se logra reducir muchísimo el tiempo destinado al seguimiento de temas y se aumenta la productividad.

La clave, finalmente, es encontrar un equilibrio entre el modelo virtual y el tradicional, dejando exclusivamente la presencialidad para las actividades colaborativas, de debate y de creación. En ese sentido, debería reservarse la libertad del trabajo remoto para el proceso de producción de la información.

El formato remoto no simplemente agiliza el proceso individual de las tareas, sino que también abre un abanico de oportunidades para encontrar recursos y talento en cualquier lugar del planeta.

Así las cosas, puede notarse cómo la virtualidad permite correr las barreras de las oportunidades, acceder a mercados geográficamente distantes, atraer talento y financiamiento. Por lo mencionado anteriormente, el trabajo remoto es el vehículo más adecuado para la innovación y el desarrollo de nuevos negocios. Lo que no quita que, algunos encuentros, para ciertas actividades en especial, sigan siendo importantes. Y que una opción híbrida, entre ambos modelos, sea una vía alternativa a analizar.

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